A la memoria de Aguedilla, la pobre loca de la calle del Sol que me mandaba moras y claveles.
Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
¿Quién no ha leído este párrafo? La primera vez que leí Platero y yo tenía 11 años y durante mucho tiempo fue mi libro favorito, aunque he de confesar que sigue estando entre mis preferidos. De vez en cuando vuelvo a leer esos capítulos inolvidables como El eclipse, El niño tonto, La sanguijuela, La tísica, La perra parida, y el que nunca hubiera querido leer La muerte.
Juan Ramón Jiménez, premio Nobel de Literatura en 1956, tuvo que desmentir que hubiera escrito este libro para niños después de escribir este prólogo: Advertencia a los hombres que lean este libro para niños.
Aunque en años anteriores se publicaron varios capítulos del libro, en 1917 fue cuando se publicó por primera vez la obra entera.
Espero que disfrutéis con él tanto como yo.
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